Manos a la obra

El tiempo pasa rápido y, tras todos haber disfrutado gracias a la recompensa de Saito Kyoto en las playas caribeñas durante el verano (después de que España fuera eliminada del Mundial 98 en la primera fase), toca volver a la rutina del trabajo, cosa que a Manolo y especialmente a Benito, les cuesta mucho afrontar. Además, se produce un cambio importante en el barrio.

Benito sufre un accidente laboral por el andamio en el que Manolo se encontraba trabajando y tiene que ser hospitalizado. Todos, especialmente Manolo que tiene sentimiento de culpa, se vuelcan con él. Viendo los buenos resultados que le está dando estar enfermo para evitar trabajar, Benito decide prolongar más sus secuelas, exagerando sus síntomas y se hace el amnésico.

A Carmina le llega una carta de Asuntos Sociales que le amenaza con la retirada de su pensión de viudedad. Tino, que en ese momento tiene un trabajo en el Ministerio, y Tato, cuya prima también trabaja allí, deciden echarle una mano. Pero una vez que Benito y Tino llegan a la sede de Asuntos Sociales para arreglar el asunto, se enteran de que la responsable del departamento está de vacaciones.

Ante la escasez de trabajo de Manolo y Benito, Tino les cuenta que lo que ahora se lleva son las franquicias y les habla de una que está buscando socios. Manolo se decide a llamar. Los ejecutivos de la empresa llegan dispuestos a cambiarlo todo: los chapuzas deberán ordenar el taller, ponerse unos monos amarillos y recibir un cursillo sobre cómo tratar bien a los clientes y comportarse bien.

Carmina pide a Manolo y Benito que arreglen de manera gratuita una gotera en casa de un jubilado amigo suyo. Cuando llegan al hogar del anciano, Benito descubre que en el edificio están pasando cosas muy extrañas y sobrenaturales. Incluso encuentra en el picaporte de una puerta los restos de una mano amputada ensangrentada.

Manolo y Benito acuden, por encargo de Tino, a un laboratorio-clínica de productos adelgazantes para hacer una pila. Benito descubre cómo entra un hombre gordo al que la enfermera le da un bote de medicinas y ve cómo sale un hombre delgado. Evidentemente no es la misma persona, pero Benito cree que sí.

Tino organiza una representación benéfica de Don Juan Tenorio en el barrio, en la que todos los vecinos importantes participaran: Tania, Tato, Tino e incluso Adela, interpretando a Doña Inés. Benito y Manolo son los elegidos para dar vida a Don Juan Tenorio y a Don Gonzalo, respectivamente. Además de estrenarse como actores, los albañiles se encargan de la elaboración del Atrezzo.

En el Interior del local que está junto al taller de "Manolo y Compañía", comienzan unas obras. Los encargados de realizarlas son otros dos albañiles: Venancio y Boris. El primero es un hombre muy trabajador, al igual que Manolo, y pronto se hacen amigos; mientras, Boris comparte con Benito la afición por hacer el vago.

Manolo y Benito tienen que ir a dependencias policiales porque el comisario los ha llamado para que tapen el hueco provocado por una explosión de un preso fugado. Los albañiles tienen que llevar a cabo su tarea en presencia de un preso que no para de gruñir y de increpar a Benito. Las cosas se complican aún más cuando aparece Matías, el responsable fugado autor de la explosión.

Benito, debido a un inesperado viaje de varios días que su madre tiene que hacer para visitar a una familiar, se ve obligado a quedarse solo en casa, teniendo que hacer todo por si mismo. Ante su absoluta incompetencia y vagancia extrema, Benito usa a Tato para que le haga las tareas del hogar, con resultados desastrosos.

Rufa, la hermana de Tato, llega a la corrala procedente directamente de Cachorrilla, el pueblo natal de Manolo y Tato, con la intención de vender unas ovejas a su hermano y de paso instalarse en la gran ciudad. La vulgar chica, cara regordeta y entrada en carnes, descubre de repente que Benito puede llegar a ser el amor de su vida.

Rufa, la hermana de Tato, llega a la corrala procedente directamente de Cachorrilla, el pueblo natal de Manolo y Tato, con la intención de vender unas ovejas a su hermano y de paso instalarse en la gran ciudad. La vulgar chica, cara regordeta y entrada en carnes, descubre de repente que Benito puede llegar a ser el amor de su vida.

Tino proporciona a Manolo y Benito una reforma en una urbanización de lujo en casa de Lilí, una mujer rica, joven y exuberante amiga de Tino. Pronto descubren que Tino tiene una aventura con la propietaria, pero, sin previsión, el marido de Lilí se presenta ya que se encuentra indispuesto para trabajar hoy, pillando a la pareja infraganti si nadie lo remedia.

Horacio invita a todo el barrio a una fiesta, pero la policía aparece en la corrala antes de que ésta comience y lo lleva a comisaria. Entonces, Horacio pide a su socio, Luciano, que se encargue del evento. La mesa donde va a servir la cena no cabe en su casa y llama a Manolo y Benito para que le agranden la puerta.

Manolo se va a celebrar la Navidad a Cachorrilla y Benito no puede soportar la idea de que su socio se marche dejándolo solo con su madre y el pavo Pavarotti. Por ello le propone a su madre aparecer por sorpresa en casa de Manolo.

Adela tiene una pasión desaforada por las rebajas. Manolo comprueba furioso como su mujer se gasta los ahorros de la cartilla en grandes e innecesarias compras. En el fondo lo que ocurre es que no soporta que todo el mundo menos él tenga dinero para gastárselo. Además, Manolo intuye que Tino les oculta algo. Tiene un trabajo entre manos y no tiene pensado dárselo ni a Benito ni a él.

Adela se encuentra que hay una enorme cantidad de facturas sin pagar y que no hay fondos para poder cubrirlas. Ante esta situación, decide, pese a la oposición de su marido, ponerse a trabajar por su cuenta, para lo que empieza a buscar entre los periódicos un empleo bien pagado. Mientras, Manolo y Benito, consiguen una chapuza.

Manolo empieza la jornada desesperado e indignado porque su buzón está repleto de facturas y más facturas, pero ya está Benito para consolarlo.

Tino encarga a Manolo y Benito un trabajo: colocar un ventilador en casa de una señora. Los problemas comienzan cuando los chapuzas llegan a la casa y nadie abre la puerta, por lo que Manolo decide bajar a la calle a llamar desde una cabina, ya que, se le ha olvidado el móvil.

Adela, empeñada en hacer obras en su casa, les encarga a Manolo y Benito la reforma, ya que hace semanas que no tienen ningún trabajo. La tarea se complica cuando Benito destroza una tubería, lo que hace que los dos chapuzas se enfaden y que el causante de la pifia, despechado, decida aceptar la oferta de un viejo amigo suyo para incorporarse como comercial a otra empresa de reformas.

Es el día de San Valentín y en la corrala muchas reciben un anónimo ramo de flores de un admirador secreto felicitándoles el día de los enamorados. Esta situación disparatada provocará celos, sospechas, mentiras y un deseo incontrolable de que las flores provengan de la persona deseada.

Carmina resulta agraciada en un sorteo de la caja de ahorros con una enciclopedia y Benito, que quiere ser culto a cualquier precio, comienza a leerla por el principio, por la letra "A". Mientras, Tino ofrece a Manolo y Benito hacer una obra en la casa de una señora que quiere insonorizar las paredes para dejar de soportar las noches de juerga de su vecino.

Manolo y Benito acuden a la tienda de moda de Francesco, un cliente homosexual que, desde el primer momento, se enamora perdidamente de Benito, lo que da pie a todo tipo de malentendidos. Los chapuzas tienen que montar una pasarela para que Francesco pueda presentar sus canciones, pero un bote de disolvente destroza la ropa poco antes del comienzo del desfile.

Manolo y Benito se trasladan a la casa de un filólogo americano que, curiosamente, les pide que trabajen menos y hablen más, para así estudiar sus expresiones. El cliente queda tan satisfecho que los invita a viajar a Estados Unidos, donde, les asegura triunfarán. Los dos albañiles no se lo piensan y solicitan una licencia de trabajo en la Embajada de Estados Unidos.

Manolo y Benito atraviesan una de sus malas rachas, situación que coincide con el aniversario de boda de Manolo, quien no tiene dinero para hacerle un buen regalo a Adela. Tania, por su parte, esconde en el taller a Olenka, una refugiada bosnia. Los chapuzas, al enterarse, se encariñan con la niña, pero un funcionario de asuntos sociales sigue los pasos de la pequeña para repatriarla.