A pesar de su talento innato para el fútbol, François Perrin tiene un temperamento que le causa numerosos problemas fuera del campo. Después de la enésima juerga, la directiva del club decide castigarlo obligándolo a entrenarse y a jugar con el equipo filial. El club decide repescarlo ya que el primer equipo se ha quedado diezmado debido a un accidente de autobús.