Victoria

Tras la muerte del rey Guillermo IV, su sobrina de 18 años, la princesa Alexandrina Victoria de Kent, hereda el trono como reina y se ve probada por nuevas responsabilidades y lealtades en conflicto.

A medida que la popularidad de Lord Melbourne en la Casa disminuye, los conservadores esperan ansiosamente el triunfo, mientras que el tío de Victoria, el duque de Cumberland, ve la oportunidad de aprovechar su vulnerabilidad y establecer una corregencia.

El rey Leopoldo sugiere que Victoria considere al príncipe Alberto como un consorte adecuado, lo que hace que esté rodeada de pretendientes, aunque su determinación de gobernar sola hace que su tío sospeche de su cercanía a Melbourne.

El príncipe Alberto llega a Inglaterra por primera vez y él y Victoria se disgustan instantáneamente en un primer encuentro incómodo. Sin embargo, su desdén pasa y la atracción crece, para consternación de Melbourne.

Melbourne advierte a Victoria que el Parlamento no estará feliz de verla casarse con un príncipe alemán, una predicción que resulta acertada cuando el Consejo Privado se niega a otorgarle a Albert un título real, lo que genera preocupaciones tanto para Victoria como para Albert.

Al sentir que necesita un papel más importante en los asuntos públicos, Albert se involucra en el movimiento contra la esclavitud. Skerrett enfrenta un dilema cuando se da cuenta de que el único hombre que puede salvar a su prima es en quien menos confía.

Una Victoria embarazada declara que, en caso de su muerte, Albert se convertirá en jefe de estado, indignando a los miembros del partido conservador que temen que un príncipe alemán controle la nación y por eso planean interrumpir su visita al norte.

Victoria, muy embarazada, desafía el consejo de su madre y su esposo, negándose a ser confinada en el palacio. Sin embargo, cuando se aventura a salir, la multitud representa un peligro ya que un espectador trastornado intenta asesinarla.