Durante años nadie se interesó por el arte de los impresionistas. Pintores como Monet, Degas y Renoir fueron despreciados y se arruinaron como resultado. Hasta que surgió una nueva generación de coleccionistas, que pugnaron por adquirir cualquier obra de estos artistas. Entre ellos estaba el empresario danés Wilhelm Hansen, protagonista de un extraordinario momento en la historia del arte.