En el Londres victoriano, una joven se enfrenta a la pena de muerte acusada de asesinar a su esposo. Su condena parece inevitable, hasta que el inspector John Kildare se hace cargo del caso, en el que un asesino en serie nefasto y calculador, que mata inocentes sin ninguna conexión, dejando tras de sí cadáveres apenas identificables y una marca: "M".